Golpea fuerte pisoteando la tierra. Tu furia te posee contra ella mas otro día te tocará doblar el espinazo para recoger los frutos de las semillas. Doblado hacia abajo con la espalda formando un arco.
La muerte me arrastra al círculo de gente que está agarrada de las manos. Girando mientras bailan una danza mística. Miro sus rostros y veo que no son rostros sonrientes. Entre ellos están el gordo abad, el emperador, el obispo y el olvidado escudero. Las doncellas, que nos miran desde fuera, ya no nos muestran amor por nuestras pálidas caras.
Acabo en el centro tumbado, con los ojos cerrados, mientras tiemblan algunas fibras solitarias de mis músculos. Mi cuerpo padece una convulsión hasta que al rato la sucede otra. Y por último, cruza una oscuridad por delante de mis párpados cerrados (¿?).
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